domingo, 6 de noviembre de 2011

Crónicas de un beso anunciado

Trepar por tu espalda, en ese momento realmente todo parece tan fácil. Cuando dormimos y me despierto por la noche buscando tus brazos para enredarme en ellos, me gusta que te despiertes ligeramente para besar mis mejillas y luego vuelvas a caer en el sueño.
Los días que llueve nos mojamos juntos y después para secarnos nos tendemos al sol. Penduleando en el aire nos besamos y aunque en algunos momentos las nubes no permiten que nos sequemos del todo y el día se torna oscuro, reconocería tu silueta aunque estuviera enterrada entre mil sombras.
Tu piel rozándome podría hacerme creer que tomo el sol en un día de verano hasta en el Polo Norte y siento que quererte así va a hacer estallar en pedazos mi temprano corazón.
Todos los días me haces subir a un rascacielos y cada día salto de él cuando pienso como me miran tus bonitos ojos, cuando solo ocupamos un espacio en un universo, que sentimos, por lo que tejemos los dos, que solo nosotros conocemos.
A veces pienso que un sastre del imaginario de mi cabeza te hizo a mi medida únicamente para mí y gasto el resto de mi tiempo en preguntarme de que manera se pueden coser las estrellas.
Ya no imagino de que otra forma podría conseguir el calor que obtengo cuando nuestras narices se rozan, la verdad por más que busque no veo otra manera.
Así pues, yo me quedo aquí, contigo, porque tampoco puedo imaginar donde estaría mejor que entre tus brazos y así día a día tú haces que sonría y yo por las noches, despacito, peino nuestros sueños, así no se enredarán y no tendremos que cortarlos.

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