martes, 10 de mayo de 2011

Viento.

Lo abandoné. 
Abandoné el tiempo que me corre bajo los dedos deslizándose y jugando porque no es tiempo, solo es humo. 
Abandoné el humo de mi cigarro, de los coches, de las fábricas. El humo de tu sombra, el que conmigo juega escondiéndose en mis rincones.
Abandoné el rincón donde guardaba las cosas pequeñas que me hacían sonreír: un engranaje, una brújula, un poco de encaje, una mariposa y un secreto que contar a todo el mundo.
Abandoné mi mundo en el que las olas comen castillos de arena y mañana nunca llega si no quiero abrir los ojos.
Abandoné la mirada de la gente y los ojos que suspiran, las palabras.
Me abandoné a mí y no se cómo, solo sé que volví sin dar explicaciones a nadie, porque una vez quise ser viento y él no explica, no abandona, solo se va y vuelve, desordenando mi pelo, mi mundo, mis ideas... por eso abandoné, porque no sabía que era viento.


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Un hombre que no se alimenta de sus sueños envejece pronto.
Wiliam Shakespeare

2 comentarios:

  1. Abandonar sin más no es lo correcto, aunque a veces si es necesario. El viento va y viene pero siempre está ahí, el viento se siente.
    Deja que todos te sientan aunque no permanezcas a su lado. Siempre se agradece algo de aire fresco y eso sólo es cosa del viento.

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